viernes, septiembre 17, 2010

¿En qué manos estamos?

Juan Carlos Javier Sakr


En el congreso de la República, han aparecido muchos cuestionamientos acerca de la capacidad de algunos congresistas para ejercer el cargo. El caso más resaltante ha sido es de la congresista Hilaria Supa, quien posee un escaso dominio de la lengua castellana. Sin embargo, la congresista Supa ha sido elegida mediante votación popular y algunos ven las críticas con su persona y su capacidad como un acto racista y discriminatorio. Ante lo mencionado, cabe la duda de si es indispensable el uso del castellano según la normativa estándar para ejercer el casrgo de congresista. Considero que sí es indispensable, debido a que se le otorga mucho poder y responsabilidad política a este funcionario, por lo que tiene que estar capacitado y conocer la lengua principal de su país.

La lengua es un recurso que varía y sirve como mecanismo de comunicación en una sociedad. Por el poder y la responsabilidad que se le otorga a los congresistas debería solicitarse un grado de instrucción y el conocimiento de la lengua principal de su país. el quechua, la lengua de los Incas, ha sido dejada de lado, ya que, como menciona Elizabeth Tavera en "Cómo cambian las lenguas y cómo reaccionan los hablantes ante el cambio lingüístico", se posee la idea de que el quechua "ensucia" y "destruye" lo castizo y genuino del español. Por estos motivos, el español se ha impuesto al quechua y los congresistas deberían conocer aquella lengua para tener facilidades de entendimiento y para que puede interactuar y proponer ideas que beneficien al país. No se debería permitir congresistas que tengan poco o nulo dominio del español, debido a que, a pesar de que puedan posee un traductor, la emisión o comprensión de las ideas planteadas por los demás pueden malinterpretarse y, por lo tanto, dificultar la comunicación, por lo que se deberían tener ciertos méritos académicos y preparación para garantizar que los congresistas puedan ejercer su labor de una manera correcta.

El poder político es aquella fuerza o conjunto de toma de decisiones que algún gobierno posee. en el caso del peru es muy resaltante el hecho de que el español es la lengua con mayor poder político . Como menciona Tavera, los hablantes de quechua son grupos sin fuerza política, por lo que esta lengua no es ejercida en muchos lugares, sobretodo en la capital. Además, los hablantes del quechua son vistos como personas sin educación por el hecho de pertenecer a los sectores populares más bajos. Por lo tanto, los congresistas, como Hilaria Supa, actúan con rebeldía frente a las ideas de los demás lo que retrasa las decisiones del congreso. Esto evidencia el poder político que tiene el castellano dentro del Perú, ya que los hablantes del quechua son solo una minoria en la poblacion. Es por esta razón que el castellano es indispensable dentro de nuestra sociedad, sobre todo para ejercer un cargo de tanta importancia.

En suma, este cargo requiere de personas que presenten un alto dominio de la lengua oficial y con mayor poder en el Perú, además de una preparación y ciertos méritos académicos.

viernes, septiembre 10, 2010

Supa de letras

A poco más de un año de la publicación de la vergonzosa editorial de Aldo Mariátegui sobre la congresista Hilaria Supa, hay algunas reflexiones de corte social y lingüístico que deberíamos tomar en cuenta. Las lenguas siempre cambian. En la actualidad, muchos hablantes modifican algunas palabras o frases para que el mensaje que llega al receptor sea más rápido y efectivo. Sin embargo, cuando una persona quiere postular para un cargo público en el Estado, se suele considerar que debería dominar la variedad académica del castellano, ya que ello demostraría, supuestamente, la competencia intelectual y laboral del aspirante un funcionario público.

Las lenguas existen no solo como medio de comunicación sino como una forma de interactuar con la realidad. Es decir, la lengua es, además, un medio para construir nuestra relación con el mundo, para simbolizarlo, organizarlo y darle un sentido particular. Censurar una lengua o la variedad de una lengua es mucho más que limitar el habla o la escritura, se trata de un bloqueo contra una forma de vivir la cultura. Los hablantes son los propietarios de las lenguas, no lo es la Real Academia de la Lengua Española ni el más sesudo lingüista ni el profesor de lengua poseedor del último manual de la academia. Los hablantes aprovechan las lenguas de la mejor manera posible para hacerse entender; y las modifican si es necesario. Esto permite que las lenguas evolucionen. Pero no se entienda aquí evolución como mejoría o tránsito hacia una situación superior, sino como simple cambio. Las variedades lingüísticas son producto de las innovaciones realizadas por hablantes en situaciones concretas de comunicación. El uso de estas variedades es normal y no significa, en lo absoluto, que las personas que recurrean a elllas sean , de alguna manera, incompetentes en lo laboral o intelectual. Pensar de esta manera es una actitud no solo conservadora sino también discriminatoria que va en contra de lo que significa la relación entre lengua, cultura y realidad.

El hecho que un ciudadano legítimamente elegido para la representación congresal no domine la variedad estándar de una lengua no compromete su competencia intelectual en asuntos que posiblemente a diario afronta con éxito. Si la variedad estándar o académica es prestigiosa socialmente no lo es por cuestiones intrínsecas, sino porque dentro la sociedad letrada existe un complejo aparato que a nivel institucional ha posicionado esta variedad como la más importante. Desde la escuela, se nos enseña perversamente que el curso de lengua consiste en solo analizar oraciones o en determinar la corrección de una expresión oral o escrita, pero totalmente descontextualizada. Esta tendencia pervive aún en la enseñanza superior, salvo en muy escasas excepciones. No se visualizan las relaciones que la lengua mantiene con la cultura y las prácticas sociales. Por ello, considero que quienes tienen a su cargo la materia de lenguaje o comunicación son, en algún grado, corresponsables de la discriminación lingüística en la medida que sostengan una actitud purista frente al cambio lingüístico.

El caso Supa-Mariátegui fue un ejemplo de cómo la discriminación lingüística se traduce en discriminación sociocultural en nuestro país, lo cual es resultado de la desigualdad que arrastramos desde la Colonia, la que, a su vez, ha sido interiorizada y hasta hoy difícilmente superada. El uso del castellano o la exigencia de su variedad estándar no puede ser un criterio para evaluar la competencia laboral o intelectual de un individuo. Si fuera así, estaríamos avalando la discriminación lingüística y sus implicancias en otros ámbitos como en lo sociocultural. Ello atentaría contra una porción significativa de hablantes dentro de un país caracterizado por ser multilingüe y multicultural. En consecuencia, se produciría una división social entre los que sí pueden y aquellos que no pueden ejercer la representación política simplemente porque no hablan castellano o porque no dominan su variedad formal. Los que sí pueden tendrán exclusivamente como lengua materna el castellano y, por ende, se vería restringida la representación política de las comunidades indígenas, lo que cuestionaría aún más nuestra precaria cultura democrática.

Lo que debería ser tomado muy en cuenta además de los méritos académicos que, por supuesto, son deseables, es el conocimiento que el congresista posee acerca de la realidad de los ciudadanos a los que representa, sobre todo si estos se hallan en un estado de abandono material y en desigualdad de oportunidades frente al resto del país. En ese caso, el conocimiento vivencial aunado al dominio de su idioma sí es determinante para ejercer la representación congresal. Visto de este modo, Hilaria Supa no es ninguna ignorante o inculta: es una mujer cultivada en su propia lengua y que ha testimoniado conocer qué dificultades enfrentan sus representados. Asimismo, el hecho de calificar a alguien como inculto es propio de una mentalidad decimonónica o colonial por decirlo menos. No existen sujetos sin cultura porque la cultura es más que un grado de instrucción o un cúmulo de conocimiento. La ignorancia se manifiesta en aquellos que consideran que nuestra sociedad debe ser unilingüe y monocultural.

Si alguna responsabilidad tenemos los que estamos involcrados con la enseñanza del lenguaje, adicional al logro de competencias, es combatir estos prejuicios tan arraigados en la ciudadanía. Los estudiantes deben enterarse que el curso de Lenguaje no tiene como objetivo solamente analizar oraciones, colocar tildes, puntos y comas, sino, especialmente, y entre otros, reconocer nuestra diversidad como sociedad y como individuos.